miércoles, abril 7

simple

Hace poco me volví a ver una película de aquellas probablemente consideradas "clásicos modernos". American beauty (1999), opera prima de Sam Mendes, nos muestra muchas cosas y muchas historias: lo superflua que puede llegar a ser la vida, la homosexualidad, la infidelidad...

Y esta es probablemente una de las escenas más conocidas de la película. Qué digo, esta escena ha sobrepasado la fama de la película y ya tiene reconocimiento por sí sola. ¿Quién, sin tan siquiera haberse visto la película, se conocía ya de antes esta escena? La bolsa se ha convertido así en, seguramente, la bolsa más famosa del cine.
Un trozo de plástico que sin la ayuda del viento y las hojas, no sería la protagonista del baile. Una simple bolsa que por sí sola no tiene ni belleza ni motivo alguno para ser de interés.
Pero lo es. Quizá porque es la protagonista de un acto simple de movimiento del viento y ella en sí es un objeto cotidiano al que no damos ni valor ni precisamente entra dentro de nuestra calificación de “lo bello”.
Por mera casualidad o por genialidad. Así comienzan muchas obras de arte. De la simpleza, de aquel objeto menos emblemático y más cotidiano –como puede ser una bolsa de plástico– podemos sacar algo bello y algo que pueda entrar dentro de nuestra calificación de arte.

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